Por Juan Tomás Valenzuela
Nueva vez, Pedro Botello
y compañeros de lucha,
ataviados de capuchas
exigen lo que no es de ellos.
Y otra vez, el atropello,
no es de las autoridades,
sino que las necedades
son del mismo congresista,
de su banda de anarquistas
y de algunas “amistades”.
Botello, llegó amarrado,
simulando con cadenas
una “terrible” condena
junto a demás conjurados.
Ellos quieren que el Estado
devuelva el 30 por ciento
de unos fondos, que lamento
decirle a mis internautas,
más fácil llegan a Bauta
que a este vendedor de cuentos.
Rodeado de sus acólitos
y ataviado de amarillo,
este inefable caudillo,
más despistado que Hipólito,
ha logrado el hecho insólito
de ir dos veces al Congreso,
y del modo más avieso
que se pueda concebir,
llegó de nuevo a fuñír
frente a la puerta de acceso.
Pero esta vez se pasaron,
Botello y sus marsupiales,
apedreando los cristales
de quienes no lo azuzaron.
Los tigueres reventaron
las ventanas de Faride,
buscando que se intimide
y apoye las exigencias
de esta turba de demencia
que aún no entiende lo que pide.
La actitud del diputado
deja mucho que desear.
Esto tiene que parar,
y a más de ser sancionado,
deben ser decomisados,
además de los peñones,
toditas las concesiones
que se le dá a este rastrero,
que solo busca dinero
para él y sus adulones.
Juan de los Palotes
5 febrero 2021